sábado, 12 de marzo de 2011

Modelos sociales hacia el colapso (I)

Javier Benegas

1.- Empobrecimiento social

Hoy, al margen de cualquier situación de crisis económica pasada, presente o futura, se puede constatar una alarmante proceso de empobrecimiento social. Es decir, estamos incursos desde hace ya años en una profunda crisis social. Si analizamos la evolución de la sociedad española desde los años 80 del siglo XX hasta la actualidad, comprobaremos que la clase media se encuentra en una tendencia de imparable recesión, camino de su desaparición o transformación en segmento marginal.

Hoy día la cifra de unidades familiares con ingresos superiores a 20.000 euros (tasa mínima anual para la clase media en la actualidad) han decrecido de manera notable en comparación con otras épocas, aumentando, por otro lado, los extremos: los ricos y los pobres. Desde el año 2000, la clase media ha perdido casi un millón de integrantes: 900.00 ciudadanos han pasado a formar parte de los segmentos más desfavorecidos. Mientras las minoritarias clases altas se han triplicado, un 58% de los ciudadanos (11 millones de trabajadores) gana en la actualidad 1.000 euros o menos, de los cuales un 30% se pueden considerar en el umbral de la pobreza y otro 20% extremadamente pobres.

"La actitud de los líderes políticos a día de hoy insiste en mantener un elevado grado de desinformación y contraponer a los acuciantes problemas sociales, modelos que se sostienen mediante reivindicaciones puramente cosméticas"

La tendencia al empobrecimiento generalizado de los ciudadanos no es privativa de España sino que se reproduce por toda Europa y, más recientemente, en EE.UU. Con esta situación social, cuando los efectos de la actual crisis se trasladen con toda su intensidad a los ciudadanos, el proceso de degradación pasará de ser alarmante a categoría de verdadera emergencia. Pero, pese a este inquietante panorama, en lo que a España se refiere, la constante imposición de modelos sociales inoperantes sigue imparable. La actitud de los líderes políticos a día de hoy insiste en mantener un elevado grado de desinformación y contraponer a los acuciantes problemas sociales, modelos que se sostienen mediante reivindicaciones puramente cosméticas, cada vez más alejadas de las cuestiones directamente relacionadas con la supervivencia de los ciudadanos.

El cuadro que se va dibujando con la actual distribución de la riqueza en España es más propio de un país emergente que de uno desarrollado. Pero si tenemos en cuenta la tendencia de cara al futuro, el panorama se presenta aún peor. Pese a esta tenebrosa perspectiva de empobrecimiento general de la población, lo que se incentiva desde el poder político son los modelos sociales artificiales, que anulan la capacidad individual del ciudadano para mejorar su futuro y le condicionan a tener que conformarse con interactuar como una parte irrelevante e indiferenciada de determinados colectivos, para terminar por combatir en muchos casos – eso sí, incruentamente y con cierta galbana – contra enemigos imaginarios, e incluso, y sin ser concientes de ello, contra sí mismos.

Dentro de este panorama de empobrecimiento generalizado, una muestra evidente del poder de destructivo de estos modelos sociales artificiales es, por ejemplo, que en un país sin prácticamente recursos energéticos como es España, se mantengan vigentes posturas políticas presuntamente progresistas-ecologistas que, mediante un discurso emocional y catastrofista, bloquean cualquier debate sobre el gravoso e ineficaz modelo energético.

Nuestro grado de dependencia de los recursos energéticos procedentes del exterior supera el 80%, cuando en países de nuestro entorno como Francia o Alemania ese nivel se reduce justamente a la mitad: el 40%, debido, entre otras razones, a que estos países han sabido conservar su libertad de decidir en función del interés general sin someterse a modelos sociales politizados. Aquí, en España, la implantación desde el poder político presuntamente progresista de los modelos sociales vigentes imposibilita de forma automática cualquier alternativa que no sea conforme a las consignas que se articulan a través de estos modelos. Es decir, tropezamos una y otra vez con los ya familiares y destructivos planteamientos bipolares de “bueno o malo” que arrancan de raíz cualquier posibilidad de debate racional.

La energía nuclear, tras años de demagogia ideológica, se ha convertido en anatema. Y el hecho de que la negativa a producirla en mayor escala se traduzca en tener que traerla desde Francia se oculta a la opinión pública. Por el contrario, gracias a la “dictadura” de los modelos sociales artificiales, la producción de energías alternativas como la eólica o solar gozan del favor político. Pero, pese al constante auge de estas últimas, lo cierto es que su peso específico dentro del cómputo total de la demanda sigue resultando desesperadamente irrelevante. Por el contrario, los costes de generación son muy elevados, a lo que hay que sumar el gasto añadido que representa para el Estado tener que subvencionarlas con dinero de los contribuyentes. Con todo ello, y gracias al triunfo de unos modelos sociales que impiden al ciudadano trascender a los clichés y ejercer un juicio racional en favor de su propia supervivencia, nos encontramos con varios efectos destructivos. El primero, mantener un elevado nivel de contaminación al seguir necesitando, pese a toda propaganda, la generación de electricidad mediante centrales térmicas. El segundo, dedicar una enorme cantidad de recursos económicos a la compra en el exterior de petróleo y de energía nuclear ya generada, lo que supone un imparable déficit en nuestra cuenta corriente que nos empobrece. Tercero, la imposibilidad de ser competitivos al tener que imputar unos costes energéticos muy elevados sobre la unidad de producto fabricado. Y cuarto, al repercutir sobre el consumo privado de las familias unos precios de tarifa cada vez más altos.

Así, la imposición de estos modelos sociales por parte del poder político, lejos de representar algún progreso tangible para la sociedad, lo que suponen es un aumento imparable de la pobreza. Y eso tan sólo en lo que a la política energética se refiere. Valores politizados, manipulados y sin duda llevados al extremo de ser convertidos en valores sintéticos para ser fáciles de integrar en los modelos sociales a propagar, generan efectos enormemente destructivos sobre la sociedad civil. La ecología y la sostenibilidad, tal cual son difundidos hoy día por infinidad de canales de comunicación, no son conceptos cuyo sentido esté sujeto a la realidad y al juicio de la razón, sino que se han transformado en consignas cuyo significado se ha desvirtuado. Y como tales colisionan con la realidad produciendo un daño irreparable.

No es en absoluto ecológico condenar a toda una sociedad a contaminar más, ni tampoco es sostenible que un país deba importar diariamente millón y medio de barriles de petróleo del exterior. Por otro lado, no se logra ningún beneficio social al hundir nuestra competitividad por culpa de los costes energéticos, como tampoco ayuda a mejorar el panorama de las nuevas generaciones el dejarles como legado un déficit exterior que les va a resultar imposible pagar.

Empobrecer a toda la sociedad mediante una estrategia de extinción de valores fundamentales y su suplantación por otros sintéticos que no pasan de ser simples caricaturas, no es precisamente algo que esté en línea con el progreso y el Estado de Bienestar. Muy al contrario, se está poniendo en grave riesgo los logros sociales y se hace imposible reconducir la situación actual. Pero detrás de este empobrecimiento general de la sociedad se esconde una estrategia política que va más allá. Unos segmentos sociales más debilitados y alienados se vuelven más dependientes del Estado y, por tanto, del poder político. El ejemplo más claro lo tenemos en Andalucía, donde tras décadas de un grandioso derroche del dinero de los contribuyentes, en teoría con el fin de buscar la convergencia con las regiones más desarrolladas, el empobrecimiento social, lejos de remitir, ha sido vertiginoso y ha avanzado en paralelo a la imparable política del subsidio en cualquier forma. Esta situación favorece sin ninguna duda a los discursos populistas que de manera creciente se están generando desde la clase política española.

Los ciudadanos, cada vez más empobrecidos, acomodados e incapacitados para buscar salidas por sus propios medios, vuelven la mirada hacia las administraciones públicas y hacia el poder político en demanda de ayudas sociales. El resultado es el aumento constante del grado de dependencia, que a su vez redunda en un mayor intervencionismo de lo público en lo privado, el auge imparable del nepotismo, la corrupción y el clientelismo.

Esta situación, hasta ayer exclusiva de algunas regiones, amenaza con extenderse al conjunto del país a la vista del empobrecimiento social generalizado. Y añade otro factor inquietante. Ante el incremento del número de personas que dependen para subsistir de las ayudas estatales y que, por lo tanto, dejan de crear riqueza para el conjunto de la población, el Estado opta por recaudar más dinero de los segmentos sociales productivos (las clases medias) para sostenerse, aumentando la presión contributiva y la intensidad del expolio, lo que a su vez redunda en el empobrecimiento paulatino de los contribuyentes netos. El resultado es un circulo vicioso que se retroalimenta, acelerando vertiginosamente el empobrecimiento de la sociedad.

Sea cual sea la crisis económica en curso, es evidente que las políticas intervencionistas, y muy especialmente las presuntamente progresistas, están contribuyendo decisivamente al agravamiento de una crisis social profunda de la que muy pocos personajes relevantes hablan pese a que es ya un hecho incontestable. Los ciudadanos somos cada vez más vulnerables, menos autosuficientes y más dependientes. Más y más individuos que, o bien fueron en su momento seducidos por los modelos sociales politizados, o bien lo serán irremediablemente en el futuro, terminan sumándose, por pura necesidad y falta de alternativas, a los discursos populistas y serán sometidos por los valores sintéticos difundidos desde el poder político.

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8 comentarios:

  1. Sr. Benegas:

    No sé si es telepatía o es que me copia y pega Ud. directamente. Los dos últimos días los he dedicado a contestar al Sr. Herrera acerca del mal progresismo aplicado con relación a la energía nuclear y al alto coste, "nada sostenible" por nuestros bolsillos, de las estúpidas energías renovables, como la eólica y la fotovoltáica, especialmente la primera de ellas.

    El grave problema de la dependencia energética del exterior es que a corto plazo no hay solución. Las centrales nucleares tardan años en construirse y en ponerse en marcha.

    No sé si habrá uranio o plutonio para tantas décadas, pero peor es ponerse de perfil y dejar que nuestros hijos vivan a dos velas.

    Por tanto, prefiero que se empiece ya a apostar decididamente por las nucleares, y dirijo la petición tanto a la izquierda como a la derecha, que ésta última, con su habitual cobardía, defiende en círculos reducidos pero renuncia a defender en público.

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  2. Estimado Arturo, esta columna forma parte de un texto más amplio escrito por el autor en el año 2008.

    Un saludo

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  3. LA CASTA NOS VA A DEJAR EN PELOTAS ANTES DE CEDER REALMENTE A ALGUNOS DE SUS PRIVILEGIOS. LO DE LA HUELGA DE LOS FRIKIS FUNCIONARIALES DE AENA PUEDE SER YA DEFINITIVO.

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  4. Queridos amigos.
    El empobrecimiento de España es evidente. Nuestro índice de pobreza está a la cola e Europa. El hacer un mapa energético, aplicando ideologías populistas, es otro gran error muy grave, que nos condena irremediablemente a la pobreza. Es cierto que no solo en España las clases medias están en fase de extinción, pero aquí el proceso es más rápido. En fin si que hay más ricos las tiendas exclusivas están llenas, no conocen la crisis, mientras los pequeños comercios cierran. Y se v a gestando una distribución irregular de la riqueza, como pasó en otros ciclos históricos, que terminaron en sangrientas revoluciones, cuando los ciudadanos no podían comer.

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  5. A La Tercera Ola:

    Pues entonces es telepatía. Porque también, justo ayer, hablaba yo del umbral de la pobreza y de lo poco que nos separa de la miseria.

    Saludos.

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  6. Aquí en Coria del Río, Sevilla, el gobierno socialista se ha negado a crear un comedor social, propuesto por la oposición, porque no era políticamente correcto dar la sensación de que la cosa está muy mal para mucha gente...

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  7. Kali Rossi;
    No hay que ser un lince para ver el tremendo empobrecimiento en España, locales por alquilar, gente pidiendo limosna, desahuciados durmiendo en los portales y en el metro. SEÑORES! estamos en situación casi de emeregencia ya! Está bien que todos machaquemos cada día sobre el tema, a ver si así hacemos algo de una ssssanta vezzzz! Veo a los jóvenes muy dormidos, a los mayores resignados y a los políticos mirando a la NADA. Preocupante....

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  8. Imanol Azpicueta13 mar 2011, 19:49:00

    Por desgracia comedores sociales son cada vez más necesarios. Volvemos a la época del Auxilio Social, por más que la brillante Pajín niegue que en España hay hambre.
    Respecto a las nucleares, con el desgraciado terremoto del Japón, van a sufrir un fuerte retroceso en su valoración. Gracias Sr. Benegas en particular y a LTO en general.
    +D

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