Babel tiene cinco letras

Miquel Vallelado

“Madrid tiene seis letras, seis notas que le cantan a Bretón...” cantaba Pepe Blanco. No, el político no (que también canta, pero de otra forma) sino el famoso cantante riojano. Babel sólo tiene cinco, pero éstas son letras que, como las de cambio, acabaremos pagando... los de siempre.

Antes de que el posible lector nacionalista se me lance a la yugular, y como cuestión previa –que decimos los de mi gremio-, aclarar que este artículo no va ni de autonomismo, ni de Historia, ni de naciones/nacionalidades/regiones, ni de si el catalán es lo mismo que el valenciano, o viceversa. No, por ahí no voy. Guste o no, es un hecho que en España conviven diferentes lenguas, y se ha decidido, con buen criterio, que en el Senado las mismas puedan ser utilizadas por parte de los señores senadores. Hasta ahí, perfecto.

Pero claro, entramos de nuevo en esa otra canción, no tan agradable al oído, por demasiado escuchada: la del “puñao de parné”. Tras más de tres décadas de democracia, resulta que precisamente ahora nos hemos tenido que acordar de que los gallegos, aparte de subir y bajar, también hablan gallego. Y de que vascos, catalanes y valencianos comparten análoga afición, y no se conforman con practicarla en la intimidad. Así pues, 35 años después de la muerte de Franco, y en plena crisis económica, surge la brillante idea de que, ahora sí, los señores senadores se expresen en el Senado en su lengua vernácula. Pero claro, para hacerlo, y en evitación de que aquello se convierta en un diálogo de sordos, la solución es, como siempre, la más cara: hay que contratar a un batallón de intérpretes, que le costarán al reseco erario público la friolera de 350.000 euros al año. Un buen “puñao de parné”.

Está más que comprobado que los políticos se caracterizan por, ante un problema dado, adoptar siempre la solución más onerosa y que menos trabajo les dé. Este es un nuevo ejemplo. Pero en este caso, y descartada la posibilidad de seguir como hasta ahora (hablando castellano, que más o menos todo hijo de vecino chapurrea), mi pregunta es ¿por qué no exigir, como requisito para ser Senador, el conocimiento de todas las lenguas del Estado?

Si uno se asoma a los clasificados, sección empleo, se sorprende al comprobar los tremebundos requisitos que exigen las empresas a sus candidatos, por nimio que sea el puesto. El inglés ya ni lo ponen (se da por sentado): ahora además hay que saber alemán, francés, italiano y –sobre todo- chino, aunque sea para ejercer la noble profesión de mozo de almacén. No vaya a ser que aparezca un día un chino por el almacén y no se le entienda.

En cambio, para ser senador, el artículo 6 de la Ley Orgánica 5/1985 sólo exige (atención) ser mayor de edad. No exige otro requisito en positivo; lo que sí enumera es una lista de excepciones (por ejemplo: no puedes presentarte si eres Rey de España). Pero nada más. No se exige ni siquiera el certificado de escolaridad. ¿Sería mucho pedir, para ahorrarle 350.000 euros anuales a nuestro maltrecho país, que quien aspire a ser nada menos que Senador, tenga que acreditar el conocimiento de unas lenguas que deberá escuchar cotidianamente? Pues va a ser que no. El ciudadano, aparte de pagar sus impuestos, y los cursos de chino del niño, habrá de pagar ahora unos traductores para sus señorías. Lamentable.

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