Según una creencia muy extendida, los gobiernos elegidos por
votación popular tienden a impulsar aquellas políticas que desea la mayoría.
Pero la realidad desmiente tan repetido mantra. El actual tira y afloja de los
organismos internacionales con el ejecutivo griego, o la política llevada a
cabo por el gobierno de Mariano Rajoy,
muestran que determinados gobernantes defienden con frecuencia intereses
minoritarios. Son más reacios a recortar gasto, limitar subvenciones a grupos
concretos, que a elevar impuestos. Ello a pesar de que ciertos gastos
benefician sólo a determinadas minorías mientras el gravamen perjudica a la
sociedad en su conjunto. ¿Existe alguna explicación a este fenómeno?
En "An Economic Theory of Democracy" (1957) Anthony Downs mostró un resultado aparentemente paradójico: un partido podría ganar las elecciones
defendiendo un paquete de políticas que resultan minoritarias en las
preferencias del electorado. Es el fenómeno conocido como coalición de minorías. En ausencia de adecuados controles, sin
vigilancia de una ciudadanía asentada en principios sólidos, los gobernantes saben
que es electoralmente rentable otorgar privilegios a minorías en perjuicio del
interés general, del contribuyente medio. El portón de la coalición de minorías
se abre cuando muchos electores valoran más intensamente los asuntos que
defienden en minoría que aquellos en los que mantienen la postura mayoritaria.
Surge el fenómeno cuando cada sujeto vota según el trato que el gobierno
concede a su grupo, no en función del que otorga a la ciudadanía en su
conjunto.
La notable asimetría entre gasto público e impuestos
constituye una interesante aplicación de la coalición de minorías. Todo el mundo prefiere impuestos bajos pero
la resistencia a la escalada impositiva es menos intensa que el deseo de
obtener una ayuda o subvención. El motivo es simple: los subsidios se
concentran en un grupo pero la recaudación requerida se divide entre todos.
Para Downs, una transferencia de 1.000 euros por cabeza a un grupo 20.000
personas dentro de un país de diez millones, encontraría 20.000 firmes
partidarios frente a una mayoría de oponentes muy tibios, unos contribuyentes
que sólo soportarían una ligerísima carga. Ninguno cambiaría su voto por la minucia
de dos euros. "Suban impuestos pero no me quiten mi mamandurria".
La irresistible
expansión del gasto
Así, cada programa de
gasto atraería un puñado de acérrimos defensores sin oposición apreciable, constituyendo
un mecanismo imparable de expansión del Estado. El proceso se agrava cuando
los dispendios se financian con deuda, ese impuesto sobre contribuyentes
futuros que aun no votan. La teoría de la coalición de minorías explica que
ciertos gobiernos, como el español, sean mucho más proclives a elevar las tasas
impositivas que a simplificar las leyes fiscales, a eliminar esas exenciones y
desgravaciones que benefician a determinados grupos de presión. No, no se trata
de un mecanismo de transferencia de renta de los ricos a los pobres: la política
en España favorece casi siempre a minorías poderosas, bien organizadas.
Los
gobernantes descubrieron rápidamente que, en democracias corrompidas, resultaba
mucho más fácil aferrarse al poder fomentando una sociedad organizada en distintos
rebaños, en permanente contienda
por el presupuesto. Un entorno donde cada colectivo reclama prebendas a costa
del resto. Comprendieron que resultaba eficaz dividir a la ciudadanía en
facciones y otorgar ventajas, prebendas, derechos distintos a cada uno de los
grupos. Una política de creación de clientelas para favorecer el voto cautivo.
De división de la sociedad en clanes, creando "nuevos derechos" para
cada uno. Pero la trampa era estúpida: los
derechos son por definición universales. Si son especiales para un grupo se
denominan privilegios.
Presenciamos
el regreso a la sociedad estamental, una organización cerrada, discriminatoria,
donde el trato y la consideración que otorgan las leyes depende del colectivo
al que se pertenezca. Asistimos a la quiebra de las ideas surgidas de la
Ilustración, esa convicción de que todo ciudadano es depositario de los mismos
derechos, que la ley es igual para todos con independencia de raza, sexo, cuna,
condición social o cualquier otra circunstancia. Los políticos actuales han
modelado una sociedad no compuesta por ciudadanos libre e iguales sino formada por
grupos con derechos distintos, con leyes ad-hoc para cada colectivo. Una
preocupante deriva hacia la sociedad cerrada, plagada de barreras a la
movilidad social, con notable desigualdad de derechos.
Las mayorías y el
referéndum griego
Al plantear el referéndum griego, tanto Yanis Varoufakis como Alexis
Tsipras conocen bien la paradoja de Anthony Downs. Son conscientes de que la coalición de minorías empuja el voto de
rechazo a esas condiciones que los organismos internacionales exigen a Grecia.
Saben que este mecanismo alienta el sufragio con intereses minoritarios, la resistencia
de un electorado dividido en grupos al recorte de "su" gasto. Pero el
efecto descrito por Downs predomina en entornos donde cada agente considera que
su ventaja es "gratis", donde percibe que su carga se reparte entre la
masa de contribuyentes sin efecto agregado apreciable.
En las presentes circunstancias griegas, el voto de coalición de minorías podría ser
superado por la potencia de un voto mayoritario alarmado por las consecuencias
imprevisibles de la rotura de la baraja. Por la pujanza de un electorado
asustado ante la perspectiva de una salida del euro que desembocaría en intenso
corralito, caos, desbocada inflación, pérdida de poder adquisitivo y serios recortes
presupuestarios cuando cese el flujo de préstamos desde el exterior.
Existen dos opciones. O
los dirigentes griegos infravaloran la fuerza del voto con visión mayoritaria
o, mucho más probable, la conocen muy bien. En este último caso, el ala
moderada de Syriza buscaría, sin reconocerlo públicamente, un "sí"
que le otorgase legitimidad, que justificase las cesiones que su retórica
populista siempre se negó a aceptar. Nada nuevo bajo el sol. La política es el
arte de mantenerse en el poder haciendo lo contrario de lo que se pregona.
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Excelente y muy certero el artículo, creo que ha dado de lleno en el problema actual no sólo de Grecia, sino también de España. Al final más que un problema económico es un problema político, o una mezcla de ambos. El caso es que se está poniendo muy de moda lamentablemente gobernar para minorías, o los gobiernos de minorías, primando a colectivos minoritarios de la sociedad, o llegando al poder la suma de varios partidos minoritarios en lugar de que gobierne el partido mayoritario. Es decir, independientemente de que no cumplen su programa electoral, que de por sí ya es grave, además se está pervirtiendo el voto de los ciudadanos porque no gobierna quien recibe más votos, sino las opciones que se quieren unir para evitar que gobierne quien haya obtenido mayor respaldo electoral, normalmente es la izquierda la que se une para desalojar a la derecha, pero al final todo se resume en que no hacen lo que los ciudadanos quieren, sino lo que quieren hacer los políticos, y en lugar de gobernar para el pueblo, se sirven del pueblo para dividir y enfrentar a la gente para que su sistema se perpetúe, y ellos sigan con sus privilegios, aparte de los que conceden a quien ellos quieren. En definitiva, esto no se puede llamar Democracia, y por tanto es urgente y necesario cambiar de sistema para hacer uno en que todo se corresponda con la soberanía popular, sea verdaderamente representativo del ciudadano, y no se le permita gobernar para minorías, sino para la mayoría de la ciudadanía, y que muestre que las subvenciones tienen el efecto perverso de la compra de votos, y se debería eliminar. Mientras no se cumpla que todos somos iguales ante la ley, y que se acaben con los privilegios de unos y otros, esto será totalmente injusto, y no habrá una verdadera democracia con división de poderes reales, y contrapoderes para evitar abusos. Concluyo indicando que si queremos un cambio, sepamos hacia donde queremos ir, si iniciamos el viaje tenemos que saber el destino, y si no es así nos arriesgamos a llegar a un destino en el que no hubiéramos deseado llegar nunca. Gracias.
ResponderEliminarCreí que a mi ya larga vida ya no conocería un cambio tan radical en la sociedad. Sinceramente no me gusta nada el mundo que estamos dejando para las futuras generaciones.
ResponderEliminarGracias Sr. Blanco por su lección magistral.
BORREGUISMO masonil de Occidente posmoderno al garete. el N.O.M. lo tiene todo guiado en la agenda para los sures catolicones.
ResponderEliminarpaco1 JESUITAS da bula, Monedero masters en Comillas, Y NO PASA NAAA !