viernes, 17 de diciembre de 2010

España: involución o democracia

Javier Benegas
Los fervientes adoradores del Estado como institución suprema al servicio del progreso y el bien social, aunque sea a costa de la Libertad, dicen que el culpable de nuestros males es el mercado, que es voraz e insaciable. Para ellos, lo que está sucediendo en estos dramáticos días no es sino un asalto en toda regla a la socialdemocracia por parte del poder financiero, el capitalismo y algunos entes, organizaciones o individuos poderosos, que manejan el dinero como un arma con la que esclavizar a las sociedades. Pero, incomprensiblemente, para esta teoría de la conspiración tan inconmensurable, no hay ni un sólo nombre propio que poner a disposición del gran público. Todo queda en acusaciones genéricas y en inaprensibles conceptos cuyos límites son mucho más que difusos.

Pero aún más sorprendente resulta que otros, contrarios a la teoría del mercado voraz e insaciable y defensores de las reformas económicas, tampoco parecen ver más allá de sus narices. Y, en lo fundamental, se limitan a hacer lecturas inversas pero bajo las mismas reglas de juego. Todos ellos, los fervientes enemigos del mercado voraz e insaciable y los defensores de las reformas económicas, aceptan escenificar esta angustiosa lucha en un constreñido escenario en el que resulta imposible ampliar el horizonte del debate. Y todo indica que si no desbordamos estos límites, no habrá posibilidad de acertar en las soluciones más allá del acostumbrado corto plazo.

Estados fuera de control

Antes de acusar a nadie de querer ver a los estados rendidos y saqueados, quizá convendría hacerse algunas preguntas previas. Porque si el acuciante problema de estos últimos días o meses, según se mire, es el imparable aumento de los intereses de la deuda pública, terreno propicio para generar la teoría de los enemigos supremos, no sería mala idea preguntarse por qué los Estados han terminado braceando desesperadamente en los mercados, acechados por los especuladores. Si uno tiene claro que en una playa abundan los tiburones tigre, no se remoja las pantorrillas en el agua, y menos aún se dedica a ir a nado de isla en isla. Es decir, si el problema son los prestamistas, que, según parece, dan créditos al mismo tiempo que apuestan contra su devolución, está claro que en sí el peligro y el pecado original es endeudarse. Esto es, tirarse al agua de cabeza.

Dejando al margen que la actitud irresponsable - por decirlo suavemente - de los bancos, reguladores y políticos, ha terminado de endeudar a los Estados hasta límites insoportables, es importante poner en evidencia que, previamente, la inmensa mayoría de países occidentales se han acostumbrado a emitir deuda, al mismo tiempo que los bancos centrales imprimían billetes, para financiar sus políticas despilfarradoras y el Estado de bienestar. Por otro lado, a cambio de recibir mejores infraestructuras, más servicios y subsidios, los ciudadanos han dejado de preguntarse en qué gastaban el dinero los políticos. Y el Estado de bienestar ha terminado siendo el pretexto con el que convertir la democracia en un mero sistema de compraventa de votos fuera de control.

Pese a que la presión tributaria no ha dejado de aumentar durante décadas, y con ella la recaudación, los países en cuestión han estado de continuo recurriendo a la emisión de deuda. Y ésta ya era más que elevada mucho antes de la crisis financiera de 2008. Por lo que el envite de los dos últimos años no ha sido más que la gota que ha terminado por colmar el vaso. La crisis lo que ha hecho es poner al aire las vergüenzas de unos modelos políticos que eran insostenibles desde mucho tiempo atrás. Fueran los gobiernos de derechas o izquierdas, la planificación política se ha impuesto a la espontaneidad de las sociedades, destruyendo la capacidad emprendedora y demás daños colaterales. Y los Estados, detrayendo cada vez más recursos, han aumentado de forma imparable su capacidad de inversión y gasto público. Y, por ello, han terminado por endeudarse en proporción directa a su peso real en la economía. Economía esta, para colmo de males, donde ha primado la riqueza aparente.


Hacia el empobrecimiento colectivo

Ahora, estos gigantes con pies de barro, auténticos monstruos sin cabeza, se tambalean. Pero lejos de reformarlos por entero, se pretende mantener su esquema básico, eliminando de un plumazo lo accesorio; aquello que, precisamente, ha permitido engañar durante décadas a sociedades enteras: el Estado de bienestar. En una economía donde la planificación es la norma, y en la que intervienen como si fueran agentes libres estados totalitarios como la República Popular China, en lo que al ciudadano concierne es indiferente apostar por añadir valor o, por el contrario, ofrecer un precio bajo: ser competitivos sólo es posible proletarizando a nuestras sociedades. Lo que equivale a contraer el mercado (menor demanda). Y cuanto más se contraiga el mercado, más competitividad y más proletarización. Y así hasta el infinito.

Si seguimos dentro de las reglas de este juego perverso, que está imponiendo la clase política, no habrá salida. Y en el caso de España, la catástrofe es segura. Si el plan alemán, a medio plazo, consiste en hacer una quita; es decir, reestructurar la deuda de los países periféricos - puesto que la UE no podrá proveer realmente el dinero necesario para nuestro rescate -, debemos ser nosotros quienes soberanamente tomemos tal decisión. Porque, de otra forma, reestructurada nuestra deuda por terceros, el plan sólo contemplará medidas económicas y el precio será igualmente inasumible .

La última oportunidad

Si hay algo que está quedando en evidencia en esta crisis (véase la triste suerte de los ciudadanos irlandeses y griegos) es que sólo manteniendo un mínimo de soberanía podremos tomar medidas que, más allá de pagar lo que se debe, sirvan para rescatar no sólo la deuda sino a nuestra sociedad, que es de lo que se trata. Si otros las toman en nuestro nombre, si renunciamos a luchar por el control de nuestro destino, las consecuencias serán mucho peores que una década sin crecimiento y sin creación de riqueza.

Lo que está en juego es algo más que la Deuda. Se trata de poner en valor la democracia, de una vez por todas, o renunciar a ella para siempre, tácitamente: es la última llamada para crear una verdadera sociedad de libre acceso a la política y la economía. Por lo pronto, va a quedar en evidencia si nuestros derechos y deberes son cuestiones tangibles. Y si los políticos nos sirven o, si por el contrario, se sirven a si mismos y a aquellos a los que precisamente ahora señalan como culpables.

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6 comentarios:

  1. Por desgracia, en esta enorme empresa, España, solamente se reúne la Junta General cada cuatro años y los grupos representantes de los accionistas defienden mas sus propios intereses que los de la empresa y mantienen como directivos a los mismos que año tras año presentan unos balances y cuentas de resultados catastróficos. Y los accionistas sin disfrutar de los resultados y debiendo cada vez mas dinero por culpa de sus gobernantes.

    Si no conseguimos que los accionistas de esta enorme empresa que llamamos ESPAÑA, con todas sus sucursales,- Comunidades Autonomas, Diputaciones y Ayuntamientos,- sean conscientes de lo que representa su voto y no se lo gasten alegremente por el color del partido, sino por la calidad y credibilidad de sus dirigentes, mal lo vamos a pasar.

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  2. Ánimo Javier. Si hay alguien con sentido común y preparado es Usted.

    Los chicos de Salamanca

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  3. Me gusta el nuevo este formato. Y me gusta lo que dice.

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  4. Si no fuera por los glogs y los "echao palante" que los mueven estabamos en el limbo. Enhorabuena por el post y animo a la tercera ola.

    Manuel-MURCIA

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  5. AHORA QUE VAMOS AL PRECIPICIO RODANDO, TODOS SE HACEN LOS SUECOS EMPEZANDO POR ALFONSIN GUERRA Y ACABANDO POR CÉSAR VIDAL.

    LA QUE NOS ESPERA MARCARÁ HISTORIA ESCATOLÓGICA, CALVINISTA VIVIDORA.

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  6. No repitamos los viejos y fracasados esloganes liberales.
    Solo hay un camino, la busqueda de la justicia social, solo cuendo eso se ha llevado acabo España ha podido progresar.

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