A pesar de los adelantos tecnológicos y del creciente uso de
Internet, sigo pensando que los libros son insustituibles. No se trata sólo de añoranzas
sentimentales, de la liturgia de abrir sus páginas, hojear su contenido y
aspirar el evocador olor a tinta. No, lo sustancial es que un libro condensa y
reúne en un volumen todo aquello que Internet mantiene disperso, repartido. Al
fin y al cabo, todavía buscamos en esos tomos de papel, ahora también digitales,
no sólo entretenimiento, relajo, expansión y gozo sino también conocimiento
sistemático y orientación rigurosa sobre los asuntos que nos preocupan.
Hay quien piensa que los autores escriben y promocionan sus
obras por dinero. Que la venta de libros proporciona suculentos ingresos. Quien
así opina conoce poco el negocio editorial en España. Salvo una docena de novelistas
consagrados, que pueden vivir de ello e incluso disfrutar de una desahogada
posición, la inmensa mayoría de los potenciales autores se fija metas mucho más
modestas, especialmente cuando se trata de obras de no ficción. Saben a ciencia
cierta que los ingresos se encontrarán casi siempre cercanos a cero. Definitivamente,
la inmensa mayoría de los autores alberga otros anhelos muy distintos: compartir
con otros su pasión por la escritura, ser escuchados o recibir el
reconocimiento de lectores que disfrutaron con su lectura. Algunos aspiran a
metas más ambiciosas como difundir ideas o impulsar un cambio, aunque sea
modesto, de la opinión pública.
Pero el libro en el que estaba pensando no estaba escrito…
todavía. Tenía que ser muy distinto. Quizá por ello, mi buen amigo Javier
Benegas, tan entusiasta como yo del debate de ideas y de los proyectos
ambiciosos, aceptó de inmediato el reto cuando se lo propuse. Seguramente él ya
estaba pensando proponérmelo a mí. Era necesario llegar a mucha gente,
convencer de que nos hallábamos en un
momento crucial. Pregonar que el Régimen del 78, vendido como la quintaesencia
de la Democracia no era tal y, para ello, había que explicar su origen,
naturaleza, defectos, decadencia y pronta descomposición. Sin olvidar las
reformas y cambios políticos imprescindibles para encauzar la situación y
asegurar el futuro de España.
Se presentaba ante nosotros una ardua tarea. Debíamos
desarrollar un discurso que utilizase con rigor instrumentos de la teoría
política, la sociología o la economía. Pero no estaba ahí la mayor complicación:
mucho más difícil sería argumentar sin aburrir al lector. Queríamos que la
gente lo leyese con agrado, que disfrutase mientras avanzaba en las páginas. Por
ello, cada capítulo debía ser corto, autocontenido, una historia cerrada en sí
misma, un relato a medio camino entre el periodismo y el riguroso análisis
académico. Un libro repleto de anécdotas de la vida real que condujesen inevitablemente
a la raíz de cada asunto. Tan flexible, que el lector pudiera comenzarlo por
donde quisiera y continuarlo por donde le apeteciese. Tan ágil como un
periódico, tan adictivo como una novela de intriga y tan sugerente como un
rompecabezas argumental que el lector debe recomponer. Divertido sí, pero al
mismo tiempo, profundo, riguroso, con análisis agudos, cortantes, siempre directos
al núcleo del problema sin rodeos ni perífrasis. Revelador de la grave
situación de nuestro país pero alejado del catastrofismo, generador de
esperanza, con un nítido mensaje: la situación es muy grave pero España tiene
futuro si los ciudadanos somos capaces de tomar las riendas, impulsando las
reformas necesarias.
Tan complicados objetivos nos arrastraban a un abismo de
esfuerzo y dedicación. Ya habíamos tratado muchos de los aspectos y parte del
material era aprovechable. Pero había que darle nueva estructura, reformarlo
por completo y añadir muchos conceptos y análisis nuevos. Una carga de trabajo
que habría desanimado al más pintado en circunstancias normales. Pero éramos
conscientes de atravesar una situación política comprometida, de hallarnos una
crucial encrucijada que requería un análisis competo, omnicomprensivo de las
raíces de nuestros problemas. Elaboramos un capítulo piloto y quedamos
conformes con el resultado. Todos los demás seguirían esa estructura aun
tratando de temas distintos.
Hablamos con Jesús Cacho, nuestro director en Vozpopuli, quien
se mostró entusiasmado con la idea, ofreciéndonos buenos y sabios consejos. Cacho
es uno de los pocos periodistas que desterró esa autocensura tan enraizada en
los medios durante las últimas décadas. Por ello se atrevió a revelar en su polémico libro “El negocio de la
libertad” que la fortuna del Rey provenía de comisiones por compra de petróleo
y otros negocios internacionales. Su publicación no resultó sencilla pues, a
pesar de no existir en España censura previa, la crítica al poder y la ruptura
de tabúes suscitaba vértigo y terror en muchos editores: en esos que actúan
como tiralevitas del poder. Cuenta Jesús Cacho que la editorial Plaza y Janés
decidió suspender su publicación si no eliminaba un 50% del contenido, algo a
lo que se negó el periodista palentino con muy buen criterio. No recomendó, por
ello, que enviásemos el borrador al único editor que se atrevió a sacar su
libro a la luz: Ramón Akal.
Por fin, tras meses de teclear, revisar y corregir un texto
tras otro, la versión definitiva del libro estaba finalizada a principios de
Abril de 2013. Constaba de 61 capítulos, englobados en 12 partes, una
introducción, un prefacio y un epílogo. Pensamos que el título debía ser
llamativo, una imagen de marca diferenciada de las demás. Por eso elegimos
CATARSIS, una palabra que definía muy bien lo que necesitaba España y, como
subtítulo, “Se vislumbra el final del Régimen”, una frase que plasmaba la
acelerada descomposición del Sistema Político implantado en 1978. Javier
Benegas diseñó una portada impactante, provocativa, que simbolizaba el ocaso del
Régimen Juancarlista.
La editorial Akal no tardó más de una semana en leer el
texto y aceptarlo incondicionalmente. Nuestro editor, Jesús Espino, se mostró muy
identificado con el planteamiento e impulsó diligentemente todo el proceso de
producción a pesar de esa estructura poco convencional que desorientaba a los
maquetadores. Además, publicarían el libro en la colección Foca, la misma que
había acogido “El negocio de la libertad”. Mejor presagio imposible. Jesús
Cacho escribió el prólogo a pesar de encontrarse saturado de trabajo, esfuerzo
que le agradeceremos siempre.
Todo parecía ir sobre ruedas pero las dificultades, compañeras
de la existencia humana, siempre acaban apareciendo. “¿No os puede pasar algo
con esa portada, con todo lo que decís en el libro?”, nos preguntaban algunos
amigos que tuvieron acceso a parte del material y a la foto de cabecera, antes
de su publicación. No lo creemos, ¿qué va a pasar? respondíamos
ingenuamente nosotros. Pero las cosas, al final, acaban pasando. (Continuará).
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Mientras tenga uso de razón jamás sustituiré el tacto de las hojas de un buen libro.
ResponderEliminar¡ Enhorabuena por seguir ahí !