sábado, 12 de noviembre de 2011

De la crisis de los irresponsables a la sociedad responsable

Javier Benegas [en Laterceraola.org]
Es evidente que a estas alturas de la crisis y con el susto en el cuerpo, los ciudadanos no estamos ya para debates políticos interminables o interpretaciones ortodoxas y heterodoxas de la economía. De hecho, ya hay quienes se preguntan si aquello que unos llaman lo Público y otros el Mercado no serán las dos caras de una misma moneda; es decir, subterfugios mediante los que no ya una oligarquía sino una poliarquía anónima intenta manipular la economía en su propio beneficio. Pensamiento este que, aún partiendo de un fragmento de la realidad, es fruto de la neurosis y anticipa una nueva recaída en las teorías conspirativas de todo tipo y pelaje. Pues es más fácil para la psicología humana dar pábulo a explicaciones concretas, aunque disparatadas, que admitir que vivimos instalados en el caos, donde los desastres son imprevisibles y, por lo tanto, no tienen solamente una explicación lógica y mucho menos son producto de un puñado de mentes rectoras.

El ser humano, para progresar y prosperar precisa de algo más que la coerción de los poderes públicos (lo Público) o la perspectiva del beneficio material (el Mercado): necesita un clima de confianza y un entorno de relación personal en el que exista cierta reciprocidad. Y ese clima y ese entorno hoy han desaparecido. Así pues, cuando lo más hiriente no es la mentira sino la verdad, ¿cómo decirle a la sociedad que, hasta nuevo aviso, su horizonte es el de la pobreza y la incertidumbre? Quizá, para ello, lo primero sea recuperar la confianza en nosotros mismos y en nuestro entorno.

Recuperar la confianza, aunque sea en uno mismo

Nos equivocaríamos si pensáramos que lo realmente preocupante es que los ciudadanos desconfíen de los poderes públicos, los políticos, los banqueros o el Mercado. Porque lo más grave, con mucho, es que desconfíen de sus conciudadanos e, incluso, de sí mismos. La crisis, y con ella la necesidad, puede exacerbar nuestra ruindad y oportunismo. Y a la gente común le preocupa mucho, aún sin saberlo, llenar ese vacío de confianza que, engendrado en las más altas instancias, ha terminado por afectar a su entorno más inmediato y cotidiano.

En un pasaje de la “Oración Fúnebre” de Pericles, el político ateniense venía a decir que si bien sólo unos pocos están preparados para regir los asuntos públicos, todos los ciudadanos están capacitados para juzgar su política. Así que, como ciudadanos, juzgamos las decisiones de nuestros gobernantes. Pero, lamentablemente, poco más podemos hacer al respecto salvo votar cada cuatro años. Desde este punto de vista, nuestro reto, a la hora de obrar por nosotros mismos, tal vez esté en cosas más elementales y cotidianas. Y, por lo tanto, más accesibles. Cosas que posiblemente estemos descuidando con la llegada de la crisis o, quizá, mucho tiempo antes. En la presente situación, estas cosas podrían consistir, por ejemplo, en que los trabajadores más privilegiados, que gozan de la protección de unos sindicatos politizados, cedieran un ápice de terreno en favor de otros trabajadores y de sus conciudadanos y que los altos ejecutivos asumieran que no están donde están sólo para ganar mucho dinero, sino para hacer de las empresas herramientas de generación de riqueza y de progreso (que por pedir no quede).

Estas cosas sencillas a las que me refiero también podrían consistir en que cada uno hiciera bien su trabajo, se esforzara y actuara de manera acorde con las circunstancias que nos ha tocado en suerte vivir, “regalando” un valor añadido a quienes están en su entorno. Que no valiera como excusa sentirse mal remunerado o minusvalorado para hacer dejación de nuestra responsabilidad en el trabajo, atender mal a un cliente o a un ciudadano. Que al solicitar un presupuesto pudiéramos ahorrarnos la incómoda sensación de que en algún concepto se nos está cobrando de más. Que el estudiante que solicitara una beca para estudiar inglés no lo hiciera con la finalidad oculta de irse de botellón a Malta, pues sería consciente de que las becas cuestan un dinero que otros pagan. O que en la cafetería entendieran que la capacidad adquisitiva del público ha empeorado y, de motu proprio, hicieran un pequeño sacrifico y rebajaran un poco los precios en deferencia a sus clientes. En definitiva, se trata de invertir en “reputación” y, con ello, mejorar nuestra expectativas en nuestro entorno cercano.

Todas estas cosas que pongo sólo a modo de ejemplo, y muchas otras, son sencillas y cotidianas. Y, lo que es más importante, todas dependen de nuestras propias decisiones y no de las decisiones de políticos y banqueros. Con ellas regeneramos nuestro entorno de relación mediante la confianza y la reciprocidad, creando uno nuevo más cooperativo, paso previo necesario para salir del agujero en que nos encontramos y poder asumir de mejor grado y en mejor situación lo que se nos viene encima.
En conclusión, puede que a nivel político y macroeconómico se esté fraguando una debacle de proporciones casi bíblicas, cuya solución esté fuera de nuestro alcance. Pero en nosotros, como ciudadanos de a pie y a título individual, están algunas de las claves para pasar este Rubicón y no sólo sobrevivir sino salir fortalecidos en alguna medida. Como decía aquella frase, “el factor clave que va a determinar tu futuro financiero no es la economía, el factor clave es tu filosofía”. Quién sabe, a lo mejor la Historia aún no ha terminado.

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3 comentarios:

  1. Señor Benegas, estoy de acuerdo en todo cuanto dice en este articulo, Quizás sea eso y lo que se requiere es un poco de solidaridad, que los que tienen piensen un poco en aquellos que no tienen y actúen en consecuencia.
    Su penúltimo párrafo me ha conmovido.
    Un saludo.

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  2. Excelente artículo. Me alegro enormemente de que haya alguien que se haya dado cuenta de lo que es necesario que hagamos todos en estos momentos. En estos tiempos que nos tocan vivir vamos a poder ver quien sí y quien no va a poner en práctica en su día a día este "comportamiento" y van a estar a la altura de las circusntancias. Usted ha dado con la clave, la clave está en las cosas pequeñas y cotidianas, en nuestra relación con los demás, y en la filosofía que tomemos. Ahora toca poner en práctica todo eso, y ser ciudadanos/as responsables. Muchas gracias por acertar tan certeramente en este diagnostico. Un saludo.

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  3. LA CASTA POLITICA PARTITOCRÁTICA HA LLENADO DE TAL MODO DE CORRUPCION LAS ESTRUCTURAS Y LOS PROCEDERES, Y SE LES HA DEJADO HACER Y DESHACER, QUE ESTO YA TIENE DIFICIL REMEDIO, ADEMAS NO HAY LIDERES CON VERDADERA AUTORIDAD MORAL, UNOS Y OTROS especialmente de derechas, NO HAN DEJADO NI SALIR, Y HAN MARGINADO A LOS QUE LES PODRIAN SUSTITUIR.

    ESTO YA NO LO ARREGLA NI LA MADRE QUE PARIO A ALFONSO GUERRA, PADRE IDEOLOGICO DE LA QUE SE NOS AVECINA, QUE YA ESTÁ AQUI, Y ENCIMA LOS GENERADORES SE PRETENDEN IR DE ROSITSA Y CON LAS ALBARDAS BIEN LLENAS, Y MUCHOS LES VOTARÁN A TALES Y A CUALES PEPIANOS Y SOCIATAS.

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