martes, 27 de marzo de 2012

¿Qué se oculta tras esta huelga general?

Juan Manuel Blanco [en Vozpopuli.com]


Se diría que la huelga general posee esa cualidad atribuida a todos los acontecimientos históricos: repetirse en el tiempo, primero como tragedia y finalmente como farsa. Lo que en tiempos lejanos constituyó la llama de la revolución social, el centro de la mitología obrerista, se reproduce hoy como un vacío ritual de liturgia sindical, un vano intento de ocultar aquello que se agita entre bambalinas, que puede quedar al descubierto si la convocatoria del día 29 acaba de rasgar el imaginado velo romántico que la envuelve. Lo que parece encontrarse en juego en esta representación, más cercana a la ópera bufa que a la epopeya, no son los derechos de los trabajadores sino la financiación y el futuro de unos sindicatos cuya naturaleza, intereses y verdaderas estrategias resultan demasiado evidentes.

La aureola épica de las huelgas generales proviene de aquellos tiempos en que, por no existir cauces adecuados de participación y representación, la paralización de la producción mediante la acción colectiva constituía una vía alternativa para mostrar disconformidad o para desalojar a los gobiernos del poder. Un grupo de valerosos trabajadores, acertados o equivocados, arriesgando su libertad, e incluso su vida, recaudarían dinero entre sus simpatizantes y, sobreponiéndose a la adversidad, intentarían detener la actividad económica para forzar un cambio político o social.

La caída del mito de la huelga general

Sin embargo, las huelgas generales actuales se asemejan poco a las heroicas de tan pretéritos tiempos. Los convocantes, lejos de actuar en la ilegalidad, gozan de escandalosos privilegios legales y estatutarios, negados al ciudadano común. No necesitan recaudar dinero pues reciben abultadas subvenciones del presupuesto público. No son trabajadores sino burócratas de unas organizaciones que, de facto, forman parte de la arquitectura institucional. No pretenden impulsar transformaciones profundas sino evitarlas con el fin de mantener un statu quo muy favorable a sus intereses. Y la huelga ya no implica peligro alguno para organizadores ni participantes sino para quienes deciden no secundarla por mor de unos piquetes violentos, beneficiarios de una sospechosa tolerancia.

Con el avance de la democracia, que proporcionó mecanismos de participación y expresión política y abrió vías pacíficas para cambiar los gobiernos, las huelgas fueron desprendiéndose de su carga política para circunscribirse al ámbito de los conflictos laborales en el seno de la empresa. Este proceso de despolitización se completó en aquellos países que lograron implantar un "régimen de acceso abierto", es decir, un sistema político y social en el que la remuneración y la posición económica depende fundamentalmente del mérito, el esfuerzo y la capacidad innovadora dentro de un marco regido por la competencia.

Sin embargo, el carácter político de las huelgas se ha conservado en países que, aun habiendo abierto vías de participación democrática, mantienen todavía sistemas con barreras de entrada, privilegios y relaciones clientelares. Unos sistemas en los que las instituciones no funcionan convenientemente y la posición social y económica continúa dependiendo, en gran medida, de los favores y ventajas que otorga el poder, prevaleciendo las relaciones personales sobre el mérito, la influencia sobre el esfuerzo, la coacción sobre la competencia y las prerrogativas de ciertos colectivos sobre los derechos individuales. En países como España, la dinámica política, y por ende la huelga general, tiende a reflejar una pugna por el reparto de poder, influencia y posición económica entre privilegiados grupos de intereses, entre los que se encuentran los sindicatos.

El verdadero objetivo sindical

El propósito de la huelga general del próximo 29 no consiste en suprimir la incompleta reforma laboral: los convocantes saben que el gobierno no puede retroceder, por mucha presión que se ejerza. En estos momentos excepcionales, la capacidad de intimidación de los sindicatos no es comparable, ni de lejos, con las respetables dimensiones de la cachiporra que vienen blandiendo Frau Merkel y los mercados financieros alrededor de nuestra cabeza. Inútil esperar una modificación sustancial de la nueva negociación colectiva, que resta poder e influencia a los sindicatos, o de los contratos laborales.

Descartada la posibilidad de influir sobre el núcleo de la legislación laboral, probablemente siguen en juego otros detalles de la letra pequeña como el volumen de fondos públicos que recibirán los sindicatos, sea mediante subvenciones directas o a través de la formación para el empleo, sospechosa vía de financiación sobre la que las centrales mayoritarias perdieron el monopolio tras la reforma. El objetivo sindical consistiría en retener buena parte de las ayudas directas y de garantizarse una cuota sustancial en el reparto de los fondos para la formación.

Para no ver notablemente mermados sus ingresos a costa del contribuyente, y limitar su pérdida de influencia, los sindicatos plantearían una exhibición de fuerza, mostrando su capacidad de causar costes, pérdidas y daños a la economía nacional, mientras mantienen bien engrasadas sus maquinarias de acción y propaganda. De ahí la insistencia constante en los transportes, verdadero cuello de botella por donde estrangular el sistema productivo. Pero la irracionalidad de esta extorsión estriba en que, aun con un seguimiento minoritario, el perjuicio causado a la sociedad podría ser muy superior al montante que los sindicatos pretenden conseguir. En definitiva, una huelga demasiado general para unos intereses tan particulares.

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10 comentarios:

  1. la ultima gran lucha de poder en esta apocaliptica Hispania... aqui ya no mandan ni los de la Casta partitocratica, Masones y marxistas, BANQUEROS, OLIGOPOLIOS Y BUROCRATAS FUNCIONARIALES nos llevan al colapso final ESPAÑOL... pero ellos saldrán con los bolsillos bien llenos, UNOS Y OTROS con inversiones hasta en la tirania castrista nazi-comunistoide degenerada.

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  2. Suscribo lo expresado por Alejandro, un saludo.

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  3. Jordi Cañas Manubens29 mar 2012, 22:43:00

    Esta mañana he ido a trabajar como todos los días, y como a la vuelta no había metro, me he quedado a comer cerca del trabajo, en el centro de Barcelona, había muchos restaurantes abiertos, y he vuelto a trabajar por la tarde, así que gracias a la huelga he trabajado más que nunca, y sin cobrar horas extras, y me siento feliz

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  4. Juan Manuel, ¿También tú te sumas al coro de quienes quieren desprestigiar a los sindicatos cuando más les vamos a necesitar? ¿Crees que siendo la mayor parte de trabajadores a los que defienden de las clases bajas y populares podrían autofinanciarse los sindicatos como podría hacerlo sin problema una organización empresarial? ¿Pretendes que se reforme el Título Preliminar de la Constitución para extraer a los sindicatos de las instituciones democráticas "subvencionadas"? Porque éstos, al igual que los partidos, tienen un papel constitucional básico, que pretende dar vías legítimas a la expresión de diferentes intereses. Y el de los trabajadores, un mínimo de calidad y seguridad en el empleo, para ser más cualificados y más productivos, no son intereses egoístas, como otros.
    El que una huelga en particular tenga una parte de pantomima no obsta para que sean necesarias para muchas personas vulnerables, cuando el partido en el poder incumple sistemáticamente sus "promesas electorales". ¿O acaso creen que ser votados, incluso con mayoría absoluta supone la suspensión de toda expresión democrática de descontento durante 4 años? Rajoy tiene opciones, y Vd y todos los que descargan odio en los sindicatos por comportamientos o incidentes puntuales lo saben perfectamente. Analicemos con más rigor quienes son los verdaderos beneficiarios por privilegios legales y fiscales de toda clase, de forma contraria a la letra de la Constitución (grandes evasores fiscales de la banca, la Iglesia, los clubes de fútbol...). Sí, esos que no deben soportar constantes difamaciones en medios, que acumulan grandes cantidades de dinero y nadie obliga a contribuir.
    Por cierto que siendo una profesional cualificada y habiendo trabajado en empresas grandes y pequeñas, éstas hallaban siempre subterfugios para que no tuviese nunca representación sindical, a nadie a quien acudir cuando tenía dudas elementales acerca de mis derechos. Así que por favor, desde la cordura que suele caracterizar tus artículos, ponte en el lugar (por una vez) de la parte débil de toda relación laboral y no digas que los trabajadores que van a trabajar en un día de huelga se sienten verdaderamente intimidados porque escuchen cuatro gritos de sindicalistas. Quienes de verdad intimidan son las empresas, amenazando a miles de trabajadores que hoy se hubieran unido gustosos a la reivindicación y no han podido por las amenazas veladas de sus jefes de que estarán en el punto de mira en el próximo ERE. ERES que ahora sólo requieren un descenso en las ventas, incluso aunque sigan teniendo beneficios. ¿Te parece poco motivo para convocar una huelga? Y ¿que organización, aparte de un sindicato, sería capaz de convocarla?

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    1. Estos sindicatos son absolutamente prescindibles, y no les corresponde ningún papel constitucional, más que a cualquier ciudadano de a pie.
      Los que pensamos así tenemos derecho a decirlo sin que seamos sospechosos de odios o de resentimientos. Yo también soy una trabajadora cualificada, altamente cualificada, y lo único por lo que he visto luchar a los sindicatos, han sido sus propios intereses, institucionales y personales. Usted puede contarnos todas las milongas que quiera, pero, sin acritud, que diría el sr González, no puede decirme que lo que llevo viendo desde hace 20 años no existe.
      A mí también me gustaría vivir en un país de golosinas, pero la realidad es tozuda.

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  5. Jordi Cañas Manubens30 mar 2012, 21:55:00

    Los sindicatos no pueden cambiar la realidad, lo que perjudica a los trabajadores son los casi 6 millones de parados, da igual la ley que se ponga, da igual las huelgas que se hagan, cuando sabes que hay otros 6 millones que buscan lo mismo que tu tienes que aceptar las condiciones que ponga el empresario, y si tienes que trabajar en la economía, sumergida no te queda más remedio que aceptarlo, en cambio, cuando la situación es al revés, como ocurría hace pocos años, hasta trabajadores con baja cualificación pueden cobrar sueldos altos y poner condiciones al empresario, como ha ocurrido en la construcción hace unos años.
    En una sociedad avanzada, es el mercado el que da la ventaja al empresario o al trabajador, cuando el paro es alto la ventaja es para el empresario y cuando es bajo lo es para el trabajador. Si los sindicatos o el gobierno, quieren imponer normas para cambiar esto, la economía real saldrá de la legalidad y surgirá el mercado negro, es así como funciona la economía, y no hay ley que lo cambie, como ninguna ley de los humanos puede cambiar la ley de la gravedad, ya es hora que lo vayamos aprendiendo. Ni los políticos ni los sindicatos pueden cambiar el funcionamiento del mercado y todos los intentos que se hagan solo contribuirán a estropear más la situación, el gobierno socialista ha dado un master de esto durante los últimos 7 años.

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  6. Si me preguntaran si con el dinero de mis impuestos quiero seguir obligatoriamente afiliado a todos los sindicatos, yo diría: naturalmente, ¿para qué si no están los impuestos? Si me dijeran que una ley va a acabar con los convenidos sectoriales, diría: qué pena, a lo mejor ya no va a haber nadie, en el futuro, que lleve en la cartera tanta representación obrera canjeable por dinero y privilegios. Si me preguntaran si en los edificios de titularidad estatal los sindicatos deben pagar alquiler, diría: no, pobres, mejor tratarlos como a sociedades recreativas. Y si me pidieran argumentar sobre el dinero de los ERE,s, ¿acaso no podría hacerlo? ¿No es este un dinero que se toma entre lágrimas, con el beneplácito de la ley? Y lo mismo sobre otras cosas que recientemente hemos llegado saber por voluntad de algunos divulgadores, porque ellos, los líderes sindicales, no son dados a hablar de lo que se traen entre manos a diario, ya se trate del dinero de los planes de formación o de inversiones y participaciones sindicales en empresas.
    Lástima que haya quien quiera modificar este bonito cuadro, sobre todo desde que está demostrado que la existencia de los sindicatos es de tal naturaleza y está tan arraigada en las fibras articulares del sistema que ni los parados representan un peligro para ellos ni amenazan su existencia. Si no atiéndase a como 1 millón o poco más de afiliados sindicales resisten la existencia de 5 millones de parados, convocan la huelga general, se adueñan de muchas calles y, ese ultimo día, desde la madrugada, todavía forcejean por implantar huelga en los lugares en los que se trabaja. ¿Acaso no apunta a que las organizaciones sindicales, para no hablar de las personas, están investidas de una fuerza que emana de lo universal, o, cuando menos, de la representación universal de los trabajadores? ¿Y no es algo suave esto de saberse uno representado sin haber otorgado la representación?
    Apóstrofe 1º (1ª parte)

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  7. Porque lo otro, lo de usurpar a la fuerza representación de los trabajadores, es algo indigno de quienes tienen una misión o cuando menos cumplen una función regulada en el sistema. No, no les creo, (me refiero a los sindicatos) capaces de hacerlo; vaya esto por delante. Con todo, si el día señalado de una huelga general, ya ha madurado el deseo de que la huelga sea, además, universal, es porque la multitud de los trabajadores en las calles es la cifra que lo abarca todo, todo menos lo que está custodiado por la policía. Y si el ardor de la huelga ha consumido a los huelguistas, que no hará con los inclinados a la cólera y con los violentos, que forman el corazón ardiente que registra de inmediato las cuadrículas de las calles, buscando arrimar la leña al fuego, que, por lo visto, ese día custodian los que trabajan o viven de espaldas a la huelga. Así es como puede explicarse la visión incendiaria y tumultuosa de los huelguistas procesionarios en las ciudades, sin menoscabar el valor de los principios universales de las organizaciones sindicales, ni las razones particulares del día de la huelga, ni tan siquiera a las personas.
    Hay algo hermoso al día siguiente, cuando los líderes sindicales no paran mientes en las cenizas y en la destrucción sino que hacen hincapié en el numero de los huelguistas (que, ya se sabe, es un poco menor que el número universal de los trabajadores), o se lanzan sobre el futuro a vaticinar más huelgas, todas exitosas. Frente a ellos, las voces de los quemados, los chamuscados, los que por estar ocultos o ser incombustibles no han ardido en el fuego universal, tienen el timbre emotivo de los que han a sobrevivido a un gran susto o a una gran amenaza.
    Al día siguiente, con todas las participaciones del derecho a la huelga distribuídas entre los huelguistas y algunas también entre los que eran reacios a la huelga, los trabajadores esperan el premio que forzosamente ha de caer en las filas universales del trabajo, que es lo mismo que decir el premio para todos, es decir, el sindicato, con lo que volvemos al principio. ¿Deben los sindicatos seguir en el sistema, financiándose con dinero público, gozando de los privilegios, la influencia, y los poderes que no se corresponden con su afiliación? ¿Hay quien pueda medir esto o se trata de un ajuste necesario del sistema, en cuyo caso la gente corretea por ahí mientras dura el choque de las placas terrestres?
    Apóstrofe 1º (2ª parte)

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  8. Ni ética, ni dignidad.
    A mi juicio, la podredumbre es tal y empezando por nosotros mismos, que difícilmente España se salvará de lo peor que pueda pasarle a un país. Ni ética, ni dignidad.
    Por ejemplo, cuántos no sabemos que en esto del paro se benefician miles y miles sin que les denunciemos? Sabemos cuántos parados están haciéndo su agosto? Quienes les denuncian? Y si lo hecemos, nos harán caso?. Tengo un primo que aunque critica una y otra vez a nuestros políticos y sistema, tiene un hermano (el otro primo) que está en el paro. Cuando lo han llamado nunca coincide que coja la plaza, pero en su casa se dedica (es peluquero) a esta profesión (con dos "empleados" amiguetes, sin permisos ni controles y sin pagar un euro a hacienda) hasta que le llega la hora de ir a cobrar el paro, coge lo que no le pertenece y a seguir viviendo del resto de los españoles.
    ...Y si le preguntan si ve esto normal les dirá: hombre! ¡¡¡es mi hermano!!!
    NI VERGÜENZA, NI ÉTICA Y MUCHO MENOS DIGNIDAD.
    Es culpa de mi primo? O de los miserables responsables de esto? (entre otros, nosotros mismos por permitirlo)
    Sindicatos? NO! GRACIAS!

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  9. Cuántos "manifestantes" están viviendo del cuento? Mejor dicho, de nosotros mismos!
    Paro? O mantenimiento de listillos y vendidos?
    Sindicatos? O vividores del corrupto sistema?
    Políticos? O empresas rentables?
    Autonomías? O listillos caciques?
    Qué políticos (con la suficiente fuerza moral) podrían evitarlo? Existe alguno?.
    España? O fútbol y panderetas?

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