lunes, 5 de diciembre de 2011

Un reto colosal a la medida de nuestra Historia

Javier Benegas [en Vozpopuli.com]
En 2004, una mayoría de españoles decidieron dar un salto al vacío y demostrar que todo era posible con tan sólo desearlo. Ablandados durante años por una orgía de derechos sin apenas contrapartidas, y en plena catarsis emocional y voluntarismo irracional, de fiebre consumista y dinero barato, terminamos por desertar de la realidad. De tal suerte que nuestras vidas y patrimonios quedaron a merced de un presidente a todas luces incapacitado para gobernar, el cual, una vez a los mandos de un sistema político herméticamente cerrado, pudo hacer y deshacer a su antojo durante casi ocho años hasta sumirnos en el mayor desastre económico e institucional de nuestra historia reciente.

La catástrofe es de tales proporciones que se vuelve tristemente vigente la recomendación formulada en el siglo XIX por un historiador inglés, que decía lo siguiente: “aquel que desee familiarizarse con la anatomía morbosa de los gobiernos; aquel que desee conocer hasta qué punto se puede envilecer y arruinar un gran Estado, debe estudiar la historia de España”. Pero, a pesar de toda evidencia, hay quienes alegan que nuestra tragedia es importada, producto de una concatenación de conspiraciones y tramas financieras urdidas por entes malévolos más allá de nuestra fronteras, de la misma manera que Felipe II culpaba a los enemigos extranjeros – cuando no a la Divinidad – de los graves problemas internos de su imperio. Nada más lejos de la realidad.

Postrados como estamos, al menos seamos dignos y pongamos coto a la mentira. No es cierto que nuestra crisis terminal se deba a que el crash financiero de EE.UU. haya devenido en una crisis financiera internacional. Ni siquiera obedece, en nuestro caso particular, al añadido de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Ambos sucesos, aunque a la postre decisivos, no son el mal de fondo sino el detonante que ha dinamitado un sistema político y económico enfermo y endogámico, rendido al endeudamiento – da lo mismo si público o privado: la deuda es deuda – y a la dependencia crónica del sector financiero. Y por más que se grite a los cuatro vientos que el enemigo de nuestro bienestar es el Mercado, lo cierto es que son los gobiernos (los políticos) y el acomodamiento de la sociedad las causas del problema.

"Quienes nos vigilan sencillamente anticipan la futura insolvencia de un país con más de cinco millones de parados, que no crea empleo, no crece, no hace reformas de calado y vive instalado en el déficit, y todo ello en un entorno donde el crédito desaparece. Es decir, una bomba de relojería: la crónica de una bancarrota anunciada"

La reacción de los mercados tan sólo es la consecuencia lógica y previsible; la presión que ejercería cualquier acreedor a un deudor cuando este último, con unos ingresos cada vez más exiguos y unos gastos crecientes, se resiste a poner en orden sus cuentas. Quienes nos vigilan sencillamente anticipan la futura insolvencia de un país con más de cinco millones de parados, que no crea empleo, no crece, no hace reformas de calado y vive instalado en el déficit, y todo ello en un entorno donde el crédito desaparece. Es decir, una bomba de relojería: la crónica de una bancarrota anunciada.

Todo lo sucedido, y lo que aún está por suceder, tiene su moraleja. La vida es un deporte muy duro. Y quien nos venda lo contrario, miente. Los paraísos terrenales no existen. Por eso las religiones, que pese a todo son más honradas que las ideologías, aluden a ellos refiriéndose al más allá, conocedoras de que en este mundo lo que hay es una incertidumbre crónica; un sube y baja continuo que dura lo que dura nuestra existencia. En el mundo real, tumbarse a contar estrellas y fiar nuestro destino a imaginarios colectivos, conceptos trampa y fantasías delirantes, conlleva el pago de un precio demasiado elevado que puede llegar a costarnos la vida. Y en ese trance estamos.

En España hemos llegado a un punto en el que ya nadie es del todo inocente. Para demostrarlo, no hay más que tirar del hilo de cualquier trama de corrupción y comprobar que ninguno de cuantos fueron tentados, jóvenes o viejos, ricos o pobres, ignorantes o sabios, progresistas o conservadores, ateos o creyentes, se resistieron al éxito inmerecido y al dinero fácil. Pero este desastre no sólo se explica en la sucesión de corrupciones clamorosas, también hay de fondo corrupciones menores que nacen en el pensamiento colectivo y en la compra mediante el voto de una seguridad ficticia renunciando a cualquier compromiso individual con la Libertad. En palabras de Cayo Salustio: “son pocos los que prefieren la libertad, la mayoría sólo quiere un amo justo”.

En comparación con lo que se nos viene encima, estos últimos cuatro años de crisis van a parecer un dulce preámbulo. Lo acontecimientos futuros prometen poner a prueba nuestra capacidad de resistencia y, también, esa solidaridad grandilocuente que, en los años del “buenismo”, se convirtió en un bonito y decorativo adorno de hojalata. Vamos a comprobar quiénes de entre nosotros actuarán de forma responsable y acorde con la gravedad de la situación, y quiénes se van a resistir ferozmente a aceptar la cruda realidad, aún a sabiendas de que ello implique que sus iguales soporten una carga doblemente inhumana. Confiemos que en la inmensa mayoría impere el compromiso, la capacidad de sacrificio y el sentido de la responsabilidad que los tiempos demandan. No se trata de inmolarse en el altar de lo imposible, sino de sobrevivir. Y en eso, los españoles, deberíamos ser consumados maestros.

Hoy, por mérito propio, somos la antítesis de aquella afirmación de George Borrow, en la que aseguraba que “la gravedad y la compostura son aspectos fundamentales del carácter de los españoles”. Sin embargo, no hay que desesperar. España sigue siendo una gran nación que se crece ante la adversidad. Nosotros, sus actuales pobladores, debemos aprender la lección y recurrir a los genes olvidados para poner en valor un país que, no hace tanto, sentó las bases de la actual Europa de los estados, mal que les pese a algunos. A malas, habrá que tirar de amor propio, que es patriotismo en su forma más inteligente y práctica. El reto es sin duda colosal, pero ni más ni menos que a la medida de nuestra azarosa historia.


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8 comentarios:

  1. El problema es que del caracter de los antiguos españoles, no queda ya nada.

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  2. El autor de éste artículo debe estar equivocado

    en sus predicciones catastróficas. Ya que el

    partido que ha ganado las elecciones (PP), nos

    ha venido diciendo durante los últimos años,

    que ellos eran los que conocian los métodos

    para crear empleo y los que podian sacarnos de

    la crisis. Así que si ellos lo dicen, será

    porque conocen la manera de hacerlo. ¿Ó está

    sugiriendo el autor que también nos ha engañado

    el PP?

    Es por eso por lo que han sido elegidos por la

    mayoria.

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  3. Anónimo 1, se equivoca usted, de esos españoles comprometidos y sufridos, hay muchos, yo los conozco, lo que pasa es que no meten ningún ruido. Sin embargo "la gravedad y la compostura" no tiene nada que ver con preferir la libertad a la vida, como venía a decir Salustio. El carácter servil y acrítico lo tenemos casi grabado en los genes. Tenemos tanto miedo a la incertidumbre, que aceptamos con gusto el paternalismo y el abuso al que se nos somete. Por muy sufridos que seamos, podemos serlo para que nos mangoneen sin piedad, como ha venido pasando durante siglos. En resumen, la austeridad y el sacrificio sin fundamento y manteniendo 19 cámaras parlamentarias, no nos va a alejar mucho de esa tradición de "envilecimiento y ruina de un gran Estado"

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  4. Kali Rossi
    Creo que finalmente los españoles estamos llegando a la autocrítica y si es así podremos buscar soluciones. Lo que sigue siendo preocupante es la gran alienación e incultura de la mayoría y digo la mayoría porque un porcentaje ciertamente pequeño sí que está muy preparado, son gente con muchas capacidades a la que se debería poner en puestos de responsabilidad y no dejar que tales virtudes se desperdicien ahora que estamos tan necesitados de ilustración. Solo oir a un político dá náuseas, no hay ninguno con un discurso inteligente, todos leen lo que sus asesores les escriben y no están muy dispuestos a arriesgar su puesto -su puesto de trabajo- y da la impresión que todos cumplen un papel de funcionario y no de líder! Mal iremos si nuestros políticos siguen siendo comprados por los bancos....el que paga manda ergo mandan los bancos en España. Saludos

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  5. Sacrificio para el pueblo y la Cospedal con 3 sueldos.
    Eso no Lo llevamos bien

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  6. Querido anónimo 4, precisamente de eso va este régimen. De oligarcas herederos del franquismo bizcochando mediocres listillos, asesorados por otros mediocres ignorantes, mientras los "votantes" descienden en su nivel de instrucción y de capacidad de análisis crítico a cambio de pan y circo. Ahora que se acaba el pan, ya veremos qué ocurre.

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  7. Rajoy el deseado no va a hacer milagros, es más bien un ZP II algo contenido y prudente, de derechas. Más deuda, subir impuestos, liberalizarlo todo. Ser protectorado alemán bajo bota de la OTAN anglosajona. Dar cabida a China y su patronazgo miserante en buena parte de la economia y sociedad española. Pero acabar con los privilegios de la casta politico-funcionarial, estado de derecho y justicia contra desmanes y prevaricaciones politicas por doquier, separación de poderes, democracia participativa y no partitocrática elitista, regeneración moral cristiana.... De esto todo no tiene ni idea real, ni ganas. Su mujer no le deja además, ni el lobbie Gay tampoco.

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  8. Alejandro de Fez
    La derecha, formada por excelentes técnicos (los primeros de cada clase)considera que la filosofía, la antropología o la historia son disciplinas inútiles. Eso se lo dejan a la izquierda, y así nos luce el pelo. Supongo que cuando vuelva a perder el PP, España seguira siendo el erial moral e intelectual que tanto le conviene a la clase dirigente. A esta derecha de las sorayas y los marianos no le da para más.

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