sábado, 1 de enero de 2011

Las lecciones de la crisis irlandesa (primera parte)

Juan Manuel Blanco
He aprovechado estas fiestas navideñas para leer el libro de Fintan O´Toole, “Ship of fools: How stupidity and corruption sank the celtic tiger”, en el que se enumeran las causas que llevaron a la quiebra y al rescate de Irlanda. O´Toole, que es un destacado periodista irlandés, describe en su libro el proceso de auge y caída de lo que vino a llamarse el “Tigre Celta”: una Irlanda, que salía de la pobreza, vivió años de una fuerte expansión económica hasta que los excesos cometidos dieron con el país en la bancarrota.

A pesar de que el análisis que realiza el autor carece, algunas veces, de la profundidad necesaria para encajar bien las piezas y de que algunas de sus conclusiones son bastante discutibles, no cabe duda de que describe bien, y con bastante sentido del humor, los hechos que acontecieron y el comportamiento de los diversos actores protagonistas del triste proceso: políticos, constructores y banqueros. Creo que este relato tiene para nosotros un especial interés dado el sorprendente paralelismo que aquella trama mantiene, en muchos aspectos, con el caso español. La idea fundamental es que el desastre económico tuvo, en realidad, unas profundas causas que pueden ser explicadas por un mal funcionamiento del sistema político.

Desde comienzos de la década de los 90, Irlanda experimentó un crecimiento muy intenso que permitió pasar de ser unos de los países más pobres de la UE a disfrutar de una renta per capita muy por encima de la media comunitaria. No obstante, la expansión económica no fue acompañada de una modernización del sistema político sino, más bien, de un marcado deterioro. Una corrupción generalizada, bien conocida pero bastante aceptada y una política encaminada a defender los intereses de los dirigentes y de algunos grupos de presión cercanos al poder (promotores inmobiliarios y banqueros) y no los intereses de los ciudadanos, fueron elementos consustanciales a todo el proceso. Lo peor, según el autor, no era el escandaloso incumplimiento de las leyes sino la generalizada impunidad con la que los gobernantes y los protegidos del poder podían actuar, sin temor alguno a ser procesados. El sistema político es calificado en el libro como tribal y clientelista, regido por unos políticos mediocres, en el que no ganaban las elecciones las personas decentes sino aquellas capaces de manipular el sistema en favor de ciertos grupos. Al mismo tiempo, el autor constata errores de bulto en las decisiones políticas, causados por una visión de corto plazo por parte de los dirigentes, que él atribuye a un hábito muy típico de la política irlandesa. Uno de ellos, el fomento del sector inmobiliario, provocando el vuelco de una economía inicialmente pujante, basada en la industria puntera, hacia el sector residencial y el ladrillo, con la ulterior creación de la colosal burbuja cuya explosión se llevaría por delante el sistema financiero y la solvencia del Estado.

Cuenta el autor que, cuando se supo que el primer ministro Bertie Ahern había recibido dinero de personas a las que él había nombrado para ocupar puestos en consejos de administración de empresas públicas, una cadena de televisión preguntó al propio primer ministro sobre este asunto. Ahern respondió: “No nombré a esas personas porque me diesen el dinero; los nombré porque eran mis amigos”. Y quizá no estuviese mintiendo porque, al parecer, los pagos a políticos por parte de empresarios o banqueros era algo bastante cotidiano, que obedecía generalmente, no a la compra de un favor concreto, sino simplemente a la necesidad de pertenecer al círculo elegido cercano al poder y gozar así de muchos favores y privilegios (o, en algunos casos, para asegurarse no quedar excluido completamente de ese círculo). Era tal el entramado de “amistades” e intercambio de favores en las cercanías del poder que algún destacado político definió el problema de Irlanda como el de “un país pequeño con demasiadas relaciones incestuosas”.

Se podía hablar de una corrupción bastante extendida y, sobre todo, de impunidad ya que nadie fue procesado por pagar los sobornos, o por cobrarlos, aunque la trama fuese destapada. Así, el interés público fue vendido por los políticos a un grupo de empresarios cercanos al poder. Y lo que parece más grave: el electorado mostró una enorme tolerancia hacia los políticos que se sabía estaban inmersos en tramas corruptas, ya que estos no perdieron apenas votos por ello. A pesar de ello, todas las encuestas señalaban una enorme y creciente desconfianza de los ciudadanos hacia la clase política. O´Toole apunta tres motivos para explicar que los corruptos no perdieran votos a) dado el carácter clientelista del sistema irlandés, una buena parte de los electores votaba esperando, en realidad, favores de los políticos, b) debido a que la corrupción estaba tan extendida, muchos electores estaban convencidos de que todos los políticos eran igualmente corruptos y consideraban, por ello, que era inútil cambiar el voto para favorecer a un inexistente candidato honrado, c) una carencia de ética pública que repudiase las prácticas corruptas, todo esto debido a motivos históricos y culturales.

No sólo era el sistema político el que fallaba. A pesar del notable avance económico, el sistema educativo dejaba bastante que desear y la formación relativa a las nuevas tecnologías era paupérrima. A pesar de que Irlanda era uno de los mayores exportadores de software informático, las inversiones en infraestructuras de comunicaciones se centraban en lo más llamativo pero, a pesar de las promesas, la banda ancha no llegó a instalarse en buena parte del país. La modernizacíón informática no acababa de aplicarse convenientemente en la administración y, como caso pintoresco, se cuenta que la policía dejó de utilizar, en gran medida, el ineficaz sistema informático y volvió a cumplimentar a mano muchas denuncias.

En el próximo y último post veremos la manera en la que los dirigentes fueron empujando al país hacia la bancarrota.

– Audio del artículo en formato mp3
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4 comentarios:

  1. Un análisis riguroso, del que podemos sacar moralejas aplicables a España.

    Aun cuando machaconamente se nos dice que Irlanda no es España, hay ciertas similitudes en la crisis, que me atrevo a señalar en este comentario.

    1. Hay una burbuja inmobiliaria similar a la española.
    2. Hay un crecimiento acelerado de la renta per cápita, como sucedió en España en la época de la burbuja constructiva.
    3. Hay una corrupción generalizada en la clase política, al igual que en Espña.
    4. Hay un sistema educativo ineficaz, al igual que existe en España.

    Estos puntos de similitud nos deben de preocupar bastante, a la hora de pensar si España puede o no puede necesitar un rescate.

    También podemos analizar si la clase política española nos empuja a una bancarrota del estado.

    Ya deseamos leer la segunda parte.

    Felicitaciones al articulista y animarle para que envíe más colaboraciones del mismo nivel a Tercera Ola.

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  2. Hola.
    Me parece un articulo muy interesante.
    Solo un inciso.
    Estoy cansado de escuchar que la burbuja inmobiliaria es la causante de todos los males,Solo deciros que si una burbuja inmobiliaria es capaza de tumbar a un pais, cabria preguntarse ¿En que tipo de sociedades vivimos?
    No son las burbujas lo que destroza los paises, lo que los destroza, son los politicos corruptos, y por lo que veo ellos se siguen escapandose de todas las criticas que se merecen.
    En Fin una vez mas los politicos mediocres y egoistas que tenemos, se salen con la suya.
    Si tuvieramos un sistema saludable , los politicos tendrian responsabilidades penales como los medicos cuando ejercen mal su profesion.
    Un saludo.
    Jose.

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  3. Aunque correcto, insisto, la política, incluso corrupta, no crea las crisis económicas, por su insignifancia en términos relativos al PIB. Aunque con similitudes, muchas más cosas nos diferencia del caso Irlandés; y cuando en 2011 rocemos un crecimiento interanual del uno por ciento ¿Cómo vais a explicar lo ocurrido y lo que ocurrirá?

    En las crisis surgen dos tipos de personas: los ciegos que se hunden con ella, y los emprendedores dispuesto a aprovechar la situación para seguir enriqueciéndose. De vosotros depende estar en el barco de los perdedores o en el de los ganadores.

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  4. insisto, la política, incluso corrupta, no crea las crisis económicas, por su insignifancia en términos relativos al PIB. Dicho por D-Anonimo.
    Cuando el grado de corrupcion rozando lo mafioso, como es nuestro caso, ya lo creo q representa un alto % del PIB, sobre todo q impide crecer.Son ya tantas las familias en la requisa que no quedará apenas, solo migajas. Es elemental y de parvulos. Si hay 4 manzanas y me quedo 3, ¿ cuántas quedan?--saludos Luis Perez- (Un saqueado y expoliado).
    Pd. sugiero ver algun capitulo suelto de Los Soprano.

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